Un día de lucha y compromiso se tornó en tragedia para un grupo de personas originarias de Juchitán, Oaxaca, que viajaban hacia la Ciudad de México para respaldar a la presidenta Claudia Sheinbaum. Este martes 11 de marzo, un día después del accidente, la comunidad llora la pérdida de 18 personas y espera noticias de aquellos que aún luchan por su vida tras el trágico suceso.

El grupo se había reunido temprano aquella mañana con un propósito claro: participar en un mitin en apoyo a Sheinbaum, su presidenta. Con sus huipiles, trenzas y el orgullo de su tierra, los asistentes viajaron kilómetros para hacer escuchar su voz. Antes del mitin, se tomaron una foto en un parque de la Ciudad de México, capturando momentos de unidad y esperanza: un hombre con suéter de rayas, un jovencito levantando el puño, un niño abrazando a su hermana, y una mujer y un hombre mayores mirando hacia otro lado. Sin saberlo, esta imagen se convertiría en un testimonio de su última reunión.

Después de un día de consignas, el viaje de regreso comenzó con el cansancio marcado por la jornada, pero nadie imaginaba que la tragedia los aguardaba. El autobús en el que viajaban cayó a una hondonada de casi 20 metros en el trayecto hacia el Istmo de Tehuantepec. Algunos murieron al instante, mientras que otros fueron trasladados a hospitales en estado crítico.

La foto, ahora ampliamente difundida en redes sociales, se ha convertido en un símbolo del sufrimiento y la esperanza. En Juchitán, la comunidad ha declarado este martes como un día de luto, mientras las familias esperan noticias de los sobrevivientes. Hasta la noche de ayer, se confirmaba que de los 42 pasajeros, 18 habían perdido la vida, 24 estaban heridas y el resto sigue siendo buscado por sus seres queridos.

Entre los fallecidos se encuentran Luis Mauricio Sánchez Castellanos, el conductor del autobús, así como Lucero Pineda Olivarez y Reina Griselda Pineda Santiago, una niña de apenas tres años. Las identidades de cinco personas siguen sin esclarecerse, entre ellas dos niñas y tres adultos. Mientras tanto, las familias se aferran a la esperanza y esperan que los hospitales y las autoridades logren traer de vuelta a los que aún luchan por su vida.

El dolor recorre las calles de Juchitán, pero también la resiliencia de un pueblo que sigue en pie, recordando a quienes ya no están, pero también esperando a quienes aún pelean por regresar.