Palestinos cargan sacos de harina tomados de un convoy de ayuda humanitaria que llegó a la ciudad de Gaza desde el norte de la Franja de Gaza, el sábado 26 de julio de 2025. (Foto AP/Jehad Alshrafi)


Ser camionero en Gaza ya no es solo un trabajo: es jugarse la vida. Los conductores que transportan ayuda humanitaria dentro de la Franja cuentan que su labor se ha convertido en una misión casi suicida. Entre multitudes desesperadas, grupos armados que hacen negocio con la miseria y disparos que llegan de todas partes, entregar alimentos se siente como conducir sobre un campo minado.

“Antes había más seguridad. Ahora… todo está permitido”, dice Abu Khaled Selim, vicepresidente de la Asociación de Transporte Especial, un grupo que trabaja para proteger a estos conductores que cargan sobre sus hombros la sobrevivencia de millones.

Desde marzo, cuando Israel puso fin al alto el fuego y bloqueó las importaciones, el hambre se disparó y con ella el caos. Según los conductores, los saqueos son el pan de cada día: multitudes trepan los camiones en movimiento para robar lo que pueden, mientras hombres armados secuestran camiones enteros para revender la ayuda a precios absurdos en los mercados. Y, en medio del desorden, los disparos de las tropas israelíes no se hacen esperar.

“Mi sobrino Ashraf murió el 29 de julio por una bala perdida mientras intentaba repartir comida”, cuenta Selim. Tenía 8 hijos. El ejército israelí asegura que no tiene registro del hecho y que no dispara intencionalmente contra vehículos de ayuda, pero en el caos… nadie puede estar seguro.


Entre la desesperación y el fuego cruzado

Los testimonios son escalofriantes. Miles de personas corren detrás de los camiones. Suben por las llantas, por los techos, incluso cuelgan de las cabinas mientras los vehículos siguen avanzando. “Algunos de mis conductores tienen miedo de salir. ¿Cómo escapas cuando una multitud te envuelve?”, dice Selim.

Y no es solo la multitud. Las bandas armadas hacen su agosto. Se apoderan de camiones, descargan la ayuda y la revenden a precios imposibles para quienes lo han perdido todo.

Mientras tanto, la ONU intenta hacer llegar más ayuda, pero reconoce que sigue siendo insuficiente. “Inundar Gaza de alimentos aliviaría el caos y daría seguridad a los conductores”, afirma Juliette Touma, de la agencia UNRWA.


Renunciar para sobrevivir

Ali al-Derbashi, de 22 años, dejó su puesto de conductor de ayuda hace tres semanas. “Es demasiado peligroso. Ahora hasta los que descargan los camiones van armados con cuchillos, machetes, lo que sea”, dice.

En uno de sus últimos viajes, lo emboscaron, lo obligaron a desviarse hacia una zona marcada como zona de conflicto, le robaron el combustible, las baterías del camión y hasta lo golpearon. “Nos arriesgamos cada vez que salimos. Dejamos a nuestras familias por días, y ni siquiera tenemos agua ni comida para nosotros”, agrega.

Otros cuentan que, además de los saqueos, sufren humillaciones: registros interminables, largas esperas y trato hostil por parte de las fuerzas israelíes.


Amenazas por todos lados

La guerra que comenzó el 7 de octubre de 2023, cuando Hamas mató a unas 1.200 personas y secuestró a 251, ha dejado ya más de 61.000 palestinos muertos por la ofensiva israelí, según el Ministerio de Salud de Gaza.

Pero las cifras no cuentan la historia completa. “Cada vez que salimos nos disparan. Nos roban. Nos usan como escudos humanos”, denuncia Nahed Sheheibr, director de la Asociación de Transporte Especial. Israel no ha respondido a estas acusaciones.

Los ataques no paran: en los últimos días, un clan armado disparó contra varios conductores y saqueó dos convoyes completos: uno de 14 camiones y otro de 10.

“Es una locura. Apenas sales del cruce fronterizo, ya estás rodeado. No puedes ver nada. La gente trepa por las ventanas, por toda la carga. Es como conducir a ciegas”, cuenta Anas Rabea, que la semana pasada perdió toda la ayuda que llevaba mientras intentaba avanzar lentamente entre la multitud. Después lo detuvo una banda armada y le robó hasta una bolsa de harina que guardaba para su familia.

“Cada día es peor. Nos estamos quedando sin fuerzas”, dice.


El futuro de los héroes invisibles

Mientras las negociaciones políticas siguen su curso, los camioneros se mantienen en la primera línea de una guerra que no eligieron. Para ellos, cada viaje no es solo entregar ayuda: es sobrevivir a una ruleta rusa.