Oaxaca de Juárez, Oax.— Bastan unos minutos de lluvia para que gran parte de la zona metropolitana de Oaxaca se convierta en un caos vial. La falta de infraestructura adecuada para el drenaje pluvial ha hecho de esta temporada de lluvias un verdadero tormento para automovilistas, peatones, ciclistas y usuarios del transporte público. Las calles, avenidas y pasos a desnivel están convertidos en auténticas trampas acuáticas.
Desde la avenida Campiña, donde las aguas pestilentes inundan el asfalto apenas caen unas gotas, hasta puntos neurálgicos como los pasos a desnivel del puente Valerio Trujano, Porfirio Díaz, el columpio de Ixcotel o el distribuidor vial de Cinco Señores, el paisaje se repite: anegaciones, estancamientos y circulación interrumpida.
Un recorrido realizado por reporteros de EL IMPARCIAL evidenció los puntos más críticos. En avenida Universidad, frente a la Rectoría de la UABJO, los charcos persisten a pesar de recientes trabajos de pavimentación. La falta de nivelación y drenaje hace inútil la nueva carpeta asfáltica.
Más al sur, el bulevar Guadalupe Hinojosa luce como una alberca de aguas sucias. La vialidad está intransitable y los operativos de tránsito brillan por su ausencia. El acceso a zonas clave como el CRIT y universidades está totalmente bloqueado, obligando a los automovilistas a realizar largas vueltas.
En zonas como El Bajío, en Santa Lucía del Camino, el colapso del drenaje pluvial es también evidente. Mientras tanto, sobre la ribera del Atoyac, el río corre más caudaloso que de costumbre, dejando a la vista las estructuras desnudas de puentes y pilotes, como en San Jacinto Amilpas. Aunque las lluvias han ayudado a limpiar toneladas de basura del río Salado, las pipas que descargan desechos continúan operando con total impunidad.
A esto se suma el mal funcionamiento de los semáforos, como en el cruce de Independencia con Melchor Ocampo en el centro histórico, donde la falta de electricidad o las fallas técnicas ponen en riesgo a conductores y peatones.
Con cada aguacero, Oaxaca se hunde más en una crisis de infraestructura urbana que ni autoridades estatales ni municipales han sabido resolver. Mientras tanto, para quienes transitan por sus calles, la capital oaxaqueña se ha convertido en algo más que una ciudad cultural: hoy es, tristemente, la Ciudad del Charco.