1).- Seguridad, no es prioridad

Emulando al régimen de la 4T, el gobierno estatal tiene en la seguridad pública una asignatura pendiente. En Oaxaca la farsa de “abrazos no balazos”, tampoco ha funcionado. El jueves 9 de febrero fuimos calificados como la entidad que más ejecuciones registró: 9. Estos días no fueron mejor: 11 homicidios en menos de 72 horas. Ejecutados hasta en la capital. Y al cierre, con un escenario dantesco e indignante: el hallazgo de los cadáveres de dos menores de edad –niña y niño- violentados, torturados y ejecutados entre El Espinal y Juchitán.

Hubo quienes vaticinaron que la criminalidad se habría de exacerbar con este régimen. Y no se equivocaron. Si bien es cierto que la inercia viene de atrás, la inseguridad se ha disparado de diciembre para acá. Las estadísticas de ejecuciones y feminicidios siguen es ascenso. Pero, para las altas esferas gubernamentales, vamos viento en popa. El poder obnubila. Y quienes están en el candelero temporalmente son incapaces de medir la distancia entre la realidad y lo que se empecinan en creer.

2).- Los lugares comunes

Una cita acorde a lo que vivimos: “sin una clara jerarquía de la autoridad –dice Isaiah Berlin-, es decir, un poder de Estado que inspire temor, los instintos naturalmente destructores de los hombres, engendrarían el caos y el exterminio mutuo”. (Contra la corriente, FCE, México, 2006, p. 85). Los muertos en Turquía y Siria, a raíz de los sismos, no se comparan a la racha criminal que ha golpeado a México por ejecuciones y vendettas. Y en este país devastado, desangrándose por un política errática, aquí no estamos en el paraíso. Nada nuevo aportó la reciente declaración del titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Iván García Álvarez, de que en la entidad operan tres grupos criminales. Sería más interesante saber, qué hacer para evitar que, en sus operaciones, sigan segando vidas, muchas inocentes.

3).- Las interrogantes

El homicidio de 3 indígenas triquis en una carretera vecinal de Santiago Juxtlahuaca hace al menos tres semanas y el asesinato de 5 personas en Santiago Amoltepec, el pasado 14 de febrero, exigen políticas que vayan más allá de las sobadas mesas de diálogo y los simulados acuerdos de paz. Que el crimen no se escude en la multitud. Como en los linchamientos: siempre hay un chismoso e instigador, otro que lleva la gasolina y uno más que prende fuego. ¿Quién ordenó disparar? ¿Y dónde estaban los elementos estatales que resguardan la seguridad del municipio? ¿Cómo se explica que un ex presidente municipal tenga sicarios y armas a su servicio, así fueran sus propios hijos? ¿Y quién lo ha permitido? Hay pues, muchas interrogantes.

4).- Las complicidades y sus efectos

Las operaciones del crimen organizado, sean tres o diez cárteles, son más que evidentes. Extorsiones, ejecuciones, desapariciones, son su sello indiscutible. Igual que los golpes de las bandas locales. Así sean las que operan en Santa Lucía del Camino, Santa Cruz Xoxocotlán, San Lorenzo Cacaotepec, Juchitán, Matías Romero, Pinotepa u otros tantos municipios. Ya Guacamaya-leaks dijo nombres y apellidos. A los cuerpos policiales y a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, les ahorró el trabajo. “Los Bogart”, “Los Terán” “Los Coyunda”, “Los Tapaneros”, existen. Sólo que por la ceguera oficial no se ven. El gobierno estatal no debe cerrarse a esta realidad. Tampoco a reconocer la estela de muerte que las operaciones de unos y otros, han dejado en la entidad.

-Raul Nathán Pérez