La migración extranjera hacia Oaxaca dejó de ser solo un dato frío en las estadísticas: es una ola que está moviendo el tablero completo —desde los precios hasta el modo en que se vive la cultura.
Según la Unidad de Política Migratoria, entre enero y mayo de 2025 se entregaron más de 3,200 cartas de residencia temporal o permanente a personas extranjeras. En un estado como Oaxaca, esa cifra pesa, y mucho.
¿Por qué vienen? Porque lo que para un oaxaqueño es caro, para alguien con ingresos en dólares o euros es una ganga. Casas, comida, servicios… todo parece accesible para quienes ven Oaxaca desde afuera. Así, la entidad pasó de ser un destino turístico a convertirse en un imán para migrantes que buscan quedarse, incluso con todos sus papeles en regla.
Si el ritmo sigue como en los últimos cinco años —con aumentos de doble dígito—, hacia 2035 podrían vivir aquí entre 40 mil y 60 mil extranjeros más. Eso impactará fuerte en ciudades como Oaxaca de Juárez, Mazunte o San Agustín Etla, pero también en comunidades rurales como Lachatao, San José del Pacífico o San Juan del Río, que hoy aparecen en redes como paraísos “desintoxicantes” para el foráneo.
Lo más fuerte: el desplazamiento ya no solo es físico, sino económico. Muchos compran propiedades a buen precio, pero con eso disparan el valor de las casas, afectando la vida comunitaria y creando un nuevo estándar de consumo que deja fuera al habitante local.
Y no solo compran tierra: reconfiguran lo simbólico. Lo que era costumbre ahora es “experiencia cultural”. El mole se vuelve “gastronomía de autor”. El mezcal, “conexión ancestral”. Para unos, esto es integración; para otros, una recolonización disfrazada de bienestar espiritual.
Instagram, TikTok y YouTube están llenos de relatos como: “Oaxaca me sanó”, “Aquí encontré el verdadero yo”. Mientras tanto, el oaxaqueño promedio sigue luchando por pagar la renta, mantener su lengua viva y encontrar empleo.
Lo que pasa en Oaxaca no es turismo: es una transformación profunda que está redefiniendo la demografía, el urbanismo y el sentido de pertenencia. La pregunta no es solo quién llega, sino quién logra quedarse… y en qué condiciones.