Niltepec, un pintoresco municipio del sur de México, revive el legado del añil, el pigmento natural que durante siglos fue el sustento de muchas comunidades de la región. Este renacer llega gracias al proyecto Añiltepec, una marca que recupera y enaltece la producción artesanal de este tinte azul, extraído del jiquilite, una planta emblemática del Istmo.

Conocido también como “oro azul”, el añil fue uno de los productos más valiosos de Mesoamérica. Durante años, el tinte jugó un papel crucial en la economía local y en la cultura de las comunidades zapotecas. Sin embargo, la llegada de los pigmentos sintéticos causó la casi desaparición de esta práctica ancestral. Hoy, la marca Añiltepec se levanta como un faro de esperanza para los productores de Niltepec, quienes, a través de un proceso meticuloso que conserva las técnicas tradicionales, buscan devolverle vida a este tesoro natural.

El proceso de producción del añil de Niltepec es completamente artesanal. Desde la siembra del jiquilite, hasta la fermentación, el batido y el secado del polvo de añil, cada etapa es realizada con un profundo respeto por el saber heredado de generación en generación. Añiltepec no solo resalta la importancia de recuperar el añil como un medio de subsistencia, sino que también promueve su uso en la creación de prendas teñidas a mano, fabricadas en telares tradicionales y colaborando estrechamente con las familias del Istmo.

“Añiltepec no solo vende ropa: ofrece identidad, memoria y dignidad para quienes trabajan la tierra y tiñen con paciencia cada pieza”, explican los creadores del proyecto. La marca no se limita a la producción local, sino que busca posicionarse en ferias nacionales e internacionales con una propuesta ética, de comercio justo, y una fuerte conexión con la tradición.

A pesar de los desafíos, como la escasa visibilidad institucional y la competencia con imitaciones industriales, el resurgimiento del añil está siendo impulsado por las nuevas generaciones que luchan por mantener vivo este oficio. Eventos como la Feria del Añil, organizada en Niltepec, han sido clave para fortalecer el orgullo comunitario y la revalorización de esta antigua práctica.

El añil de Niltepec, con su historia milenaria, no solo vuelve a teñir los telares del Istmo, sino que también se convierte en un símbolo de resistencia, identidad y sustento para las futuras generaciones.