Oaxaca, México – En los últimos años, la tradicional celebración del Viernes de Samaritana en Oaxaca ha experimentado una transformación significativa debido al proceso de turistificación que vive la ciudad. Según el periodista cultural José Luis Pérez Cruz, esta tradición católica, que en sus orígenes tenía un profundo sentido espiritual y comunitario, ha sido absorbida por el mercado turístico. En lugar de mantener su esencia religiosa, hoy en día se ha convertido en un producto más que atrae a turistas nacionales e internacionales, quienes buscan experimentar una tradición local adaptada a su disfrute.
El Viernes de Samaritana, que se celebra cada cuarto viernes de Cuaresma, rememora el pasaje bíblico del encuentro entre Jesús y la mujer samaritana junto al pozo. En este acto, Jesús le pide agua, no para saciar su sed física, sino para ofrecerle la “agua viva” de la espiritualidad. Esta historia, que originalmente era acompañada de una bendición del agua y una reflexión sobre el servicio generoso y la convivencia comunitaria, ha perdido muchos de estos elementos a medida que se ha comercializado. “Ya no se bendice el agua, ya no se habla del pasaje bíblico, ya no se hace la representación teatral”, lamenta Pérez Cruz, quien resalta la falta de reflexión sobre el verdadero sentido que tenía esta celebración.
A pesar de estos cambios, el Viernes de Samaritana sigue siendo una de las festividades más esperadas de la ciudad y de los municipios cercanos, y la participación es amplia. El evento, que históricamente se ha celebrado en templos católicos, sigue realizándose en algunos de ellos, como el templo de la Preciosa Sangre de Cristo, ubicado en el corazón de la ciudad. Esta representación, organizada por el ayuntamiento capitalino y la arquidiócesis de Antequera, atrae tanto a habitantes locales como a turistas.
El origen de esta tradición, según Pérez Cruz, remonta a las épocas de la conquista española, cuando la evangelización se realizaba a través de diversas celebraciones. En sus inicios, la entrega de agua fresca, como símbolo del encuentro entre Jesús y la samaritana, era un acto de generosidad dentro de la comunidad. “Las mujeres de la feligresía o de las cofradías solían preparar aguas frescas y distribuirlas en el atrio de los templos, mientras se realizaba la representación del pasaje bíblico”, explica Pérez Cruz.
Sin embargo, la turistificación ha modificado el carácter comunitario y la finalidad religiosa de la festividad. El evento ha pasado de ser una ocasión de unión para los habitantes de Oaxaca a convertirse en una festividad destinada principalmente al consumo de los turistas. Aunque esta transformación ha sido gradual, Pérez Cruz advierte que también ha generado mitos y desinformación sobre la tradición. Uno de los más comunes es la errónea denominación del día como “Día de la Samaritana”, cuando en realidad no se celebra a las mujeres samaritanas, sino el encuentro entre Jesús y la samaritana. Además, se ha atribuido su creación a Casilda Flores, una comerciante y luchadora social que, aunque desempeñó un papel crucial en la difusión de la festividad, no fue la fundadora de la misma.
A pesar de los cambios, el Viernes de Samaritana sigue siendo una fecha significativa para muchos oaxaqueños, que aún esperan con entusiasmo la celebración. Sin embargo, la reflexión sobre su verdadero propósito espiritual y comunitario parece haberse desvanecido en medio de la creciente industria turística que ha transformado una tradición profundamente arraigada en la vida de la ciudad.